sábado, 15 de febrero de 2014

El padre del Inspector Maigret: Georges Simenon






“Maigret tiene entre 45 y 50 años. Nació en un  castillo, en el centro de Francia, en el que su padre ocupaba el cargo de administrador. Es, pues, de origen campesino, robusto y fornido, pero posee cierta educación (…). Su vida privada es muy tranquila. Tiene una esposa dulce, rolliza, tierna y sencilla, que lo llama respetuosamente Maigret ( de tal manera que todo el mundo terminó por olvidar su ridículo nombre, Jules). Ella mantiene su hogar minuciosamente limpio, le prepara suculentos guisos, le cuida las heridas, jamás se impacienta cuando él permanece muchos días fuera de casa, soporta con indulgencia sus altibajos. Le horrorizan los cambios y vive desde hace veinte años en el mismo piso, en un barrio ni rico ni pobre, de modestos trabajadores.

Maigret es bastante grueso, plácido, fuma en pipa con cortas y golosas bocanadas, le gusta comer bien, y también beber: a veces cerveza, a veces tragos cortos de buenos aguardientes. Le gusta deambular por las calles y sentarse en la terraza de algún café.

Un caso criminal nunca es para él un caso más o menos científico, un problema abstracto. Es tan sólo un caso humano. Le gusta husmear el rastro dejado por un hombre como un perro de caza olfatea una pista. Quiere comprender. Se mete en la piel de sus personajes, de quienes, poco antes de verlos por primera vez, lo desconoce todo, y cuando hay un crimen, necesita averiguar hasta los más pequeños detalles. Otorga mucha importancia al ambiente en el que viven. Cree firmemente que determinado gesto no habría sido el mismo en un ambiente distinto, que un carácter evolucionaría de otra manera en cualquier otro barrio.

Es lento, pesado, paciente. Espera el déclic. El déclic, al que se refieren con afectuosa y respetuosa ironía sus colegas, es el momento en que Maigret, empapado de un ambiente y de los personajes a los que acaba de seguir paso a paso durante horas, días y semanas, consigue por fin pensar y sentir como ellos. (…)

Se sirve de los inspectores de su brigada, pero siempre prefiere acudir él, en persona, al lugar indicado, seguir él mismo los rastros, hacer vigilancias y diligencias que muchos considerarían incompatibles con su cargo. Quiere husmear a las personas y los lugares por sí mismo, hurgar por todas partes; aunque en ocasiones se siente descorazonado, nunca pierde la paciencia, y muchas veces se le podría creer borracho o dormido precisamente en el momento en que está más despierto.

Odia la maldad deliberada, odia a los hombres que impregnan el mal de sangre fría, y se muestra feroz con la hipocresía. Por el contrario, es indulgente para con las faltas que son fruto de las debilidades de la naturaleza humana. Un joven o una joven que van por mal camino le inspiran no sólo piedad, sino irritación contra su suerte o contra la organización social que está en el origen de esa mala orientación.

A veces incluso olvida que es un instrumento de la ley y ayuda a determinados culpables a escapar a un castigo que considera exagerado. Cuando puede, intenta, como en sus sueños juveniles, remendar los destinos. Lo cual le crea frecuentemente conflictos con sus superiores y sobre todo con los magistrados, que juzgan a los hombres tan sólo a la luz de los textos de las leyes (…)”.

Así describió Simenon a Maigret y así queda recogido en el apéndice del volumen conjunto  ”El mismo cuento distinto” y “El hombre de la calle” (Gabriel García Márquez y Georges Simenon) (Tusquets).



De: MI SIGLO.com

13 de febrero de 1903 - Bélgica


El París del comisario Maigret

La ciudad que nos muestra Simenon es la de los años 30 y 60 del pasado siglo, pero todavía quedan suficientes pistas y localizaciones para redescubrir París de la mano del comisario de policía literario más famoso de Francia, al que siempre imaginamos con un sombrero y una pipa.

Javier Mazorra

Georges Simenon escribió nada menos que 75 novelas y 28 relatos cortos con Maigret como protagonista entre 1931 y 1972, además de introducirlo con anterioridad como personaje secundario en otras de sus obras. Aunque cada vez que tiene ocasión sale de París para mostrarnos casi la totalidad de las regiones francesas, su centro de operaciones siempre es la capital y, en concreto, el número 36 del Quai des Orfévres, que sigue siendo la sede de la Policía Judicial y donde trabajan otros policías literarios como el comisario Adamsberg, creado por Fred Vargas.

A diferencia de este último, cuyo territorio está lleno de lugares inventados por su autora siendo muy difícil seguir su rastro, a Maigret, 40 años después de haberse publicado la última novela de la serie, aún es posible seguirlo por París. Lo han demostrado Michel Lemoine o Michel Carly, autores de dos trabajos indispensables para conocer la ciudad de Maigret. Este último ha encontrado hasta 120 localizaciones, señalizando siete rutas sin salir del centro.

Sólo en una ocasión (Maigret et son mort) Simenon nos menciona donde reside su personaje. Se sabe incluso que lo escogió al azar cuando vivía en la Place des Vosges. Da igual, el 132 del Boulevard Richard Lenoir es uno de los puntos esenciales en cualquier recorrido que se haga sobre el París de Maigret del que, por cierto, no se sabe bien qué nombre de pila tiene. Su apartamento ocupaba el tercer piso, aunque no todo el mundo está de acuerdo. Murielle Wenger, que ha contrastado la información que aparece en las novelas con un concienzudo trabajo de campo, dice que habría que mirar la casa del número 62 que corresponde más de cerca con las descripciones que da el autor.

La rue Voltaire

De lo que no hay duda es de que el propio Simenon ocupó durante años un piso del número 21 de las Place des Vosges donde tuvo como vecino a un tal Maigret. Ya en el barrio del Marais es casi obligatorio acercarse al Royal Turenne o como él lo llama en su novela L'amie de madame Maigret (el amigo de madame Maigret), le Grand Turenne. Es aquí donde los inspectores montan su cuartel general. Según los especialistas, después hay que visitar en este mismo entorno la rue Voltaire que, aunque no la menciona directamente, mantiene el mismo aspecto que durante su época y sirvió de inspiración para muchas localizaciones de las novelas.

Fragmento de interesante artículo que invitamos a leer en OchoLeguas.com