lunes, 20 de enero de 2014

“Todo átomo de todo cuerpo atrae a todo otro átomo, tanto de su cuerpo como de cualquier otro...” - Edgar Allan Poe

















Eureka (FRAGMENTOS)

Prefacio
Con profundo respeto dedico esta obra a Alexander Von Humboldt. A los pocos que me aman y a quienes yo amo, a los que sienten más que a los que piensan, a los soñadores y a los que depositan su fe en los sueños como únicas realidades, ofrezco este Libro de Verdades, no como Anunciador de Verdad, sino por la Belleza que en su Verdad abunda, haciéndola verdadera. A ellos presento esta composición sólo como un Producto de Arte, como una Novela o, si no es una pretensión demasiado elevada, como un Poema. Lo que aquí propongo es verdadero; por lo tanto, no puede morir; y si de alguna manera fuese hollado y muriese, nacerá de nuevo a la Vida Eterna. Sin embargo, sólo como poema deseo que sea juzgada esta obra después de mi muerte.
E.A.P.

Mi proposición general es la siguiente: En la unidad general de la primera cosa se halla la causa secundaria de todas las cosas, junto con el germen de su aniquilación inevitable.
No conozco ningún tratado en el cual se dé una visión del universo, usando la palabra en su acepción más amplia, la única legítima; y quizá sea oportuno aclarar aquí que con el termino "universo", siempre que sea empleado sin calificación en este ensayo, pretendo designar la mayor extensión de espacio concebible, con todas las cosas espirituales y materiales que pueden imaginarse existentes dentro del ámbito de esta extensión.
¡Ah! 'La capacidad o incapacidad de concebir algo --dice Mr. Mill con gran justeza-- en ningún caso debe ser considerada como criterio de verdad axiomática.
'Los contradictorios no pueden ser ambos verdaderos, es decir, no pueden coexistir en la naturaleza!
'Porque nos resulta imposible concebir que un árbol pueda ser algo distinto de un árbol o no ser un árbol'
'Nada sé de caminos; pero conozco la maquinaria del universo. Esto es todo. La aprehendí con mi alma, la alcancé por la simple fuerza de la intuición'
No me importa que mi obra sea leída hoy o por la posterioridad. Puedo esperar un siglo a mis lectores si el mismo Dios esperó seis mil años un observador. ¡Triunfo! He robado el secreto de oro de los egipcios. Me entrego a mi furia sagrada.

Comencemos en seguida con la más simple de las palabras: "Infinito". Esta, como Dios, espíritu y algunas otras expresiones que tienen equivalentes en todas las lenguas, en modo alguno es expresión de una idea, sino un esfuerzo hacia ella. Representa un intento posible hacia una concepción imposible. El hombre necesitaba un término para indicar la dirección de este esfuerzo, la nube tras la cual se halla, por siempre invisible, el objeto de esta tentativa. En fin, se requería una palabra por medio de la cual un hombre pudiera ponerse en relación de inmediato, con otro hombre y con cierta tendencia del intelecto humano. De esta exigencia surgió la palabra infinito, la cual no representa, sino el pensamiento de un pensamiento. Con respecto a este infinito, el infinito espacial, oímos decir con frecuencia que su idea es admitida por la inteligencia, es aceptada, es sostenida a causa de la dificultad mayor que presenta la concepción de un límite.
Creemos en un Dios. Podemos creer o no en el espacio finito o infinito; pero nuestra creencia, en tales casos, merece en realidad el nombre de fe, y es una cosa completamente distinta de esa creencia particular, y de esa creencia intelectual que presupone la concepción mental.
Hay gentes, lo sé, que en sus esfuerzos por llegar a lo inalcanzable adquieren muy fácilmente gracias a su jerga, entre quienes creen que piensan, para quienes la oscuridad y la hondura son sinónimos, una especie de calamaresca reputación de profundidad; pero la más hermosa cualidad del pensamiento es el auto-conocimiento; y de un modo algo paradójico puede decirse que no hay niebla de la mente mayor que la que, extendiéndose hasta los mismos límites del dominio intelectual, los sustrae a la comprensión.
En realidad, mientras encontramos imposible imaginar un fin al espacio, no nos cuesta representarnos cualquiera de sus infinitos comienzos.

¡Se necesita ser Dios mismo! Con una frase tan alarmante que aún vibra en mis oídos, me atrevo sin embargo a preguntar si nuestra presente ignorancia de la Divinidad es una ignorancia a la cual el alma está eternamente condenada.

La unidad es, pues todo lo que predico de la materia originalmente creada; pero me propongo mostrar que esta unidad es un principio suficiente para explicar la constitución, los fenómenos existentes y la aniquilación absolutamente inevitable por lo menos del universo material. La voluntad de ser la partícula primordial ha completado el acto, más propiamente, la concepción de la creación.
Para la eficaz y cabal realización del designio general vemos pues la necesidad de una repulsión de fuerza limitada, algo separador que al desaparecer la voluntad de difusión permita el acercamiento y al mismo tiempo prohíba la unión de los átomos, concediéndoles una aproximación infinita mientras les niega contacto positivo; en una palabra que tenga el poder...
Que ese algo repulsivo existe realmente, lo vemos. El hombre no emplea ni conoce una fuerza suficiente para poner en contacto dos átomos...- el designio de la repulsión, la necesidad de su existencia; pero me he abstenido religiosamente de toda tentativa de investigar su naturaleza, a causa de una convicción intuitiva de que el principio en cuestión es estrictamente espiritual, yace en una profundidad impenetrable para nuestro entendimiento presente, esta implicado en una consideración del Espíritu en sí mismo. Siento, en una palabra, que aquí sólo aquí Dios se interpuso, porque sólo aquí la dificultad exigía la interposición de Dios.

¿Qué declara la ley newtoniana? Que todos los cuerpos se atraen entre sí con fuerzas proporcionales a sus cantidades de materia, e inversamente proporcionales al cuadrado de sus distancias. He dado a propósito en primer lugar la versión vulgar de la ley; y confieso que en ésta, como en la mayoría de las versiones vulgares de las grandes verdades, encontramos pocos elementos sugestivos. Adoptemos ahora una fraseología más filosófica: Todo átomo de todo cuerpo atrae a todo otro átomo, tanto de su cuerpo como de cualquier otro, con una fuerza que varía en razón inversa a los cuadrados de las distancias entre el átomo atrayente y el átomo atraído.

Estas ideas, concepciones como éstas, pensamientos que no parecen pensados, ensoñaciones del alma más que conclusiones o aun consideraciones del intelecto; ideas, repito, como éstas, son las únicas que podemos elaborar provechosamente en cualquier esfuerzo por aferrar el gran principio de atracción.

La inversión de nuestro proceso nos ha llevado, pues, a un resultado idéntico, pero mientras en un proceso la intución era el punto de partida, en el otro era la meta. Al comenzar el primer camino sólo puedo decir que, con una irresistible intuición, sentí que la simplicidad había sido la característica de la acción original de Dios; al terminar el último sólo puedo declara que, con una irresistible intuición, percibo que la unidad ha sido la fuente de los fenómenos observados de la gravitación newtoniana. Así, de acuerdo con las escuelas, no pruebo nada. Sea; mi único propósito es sugerir y convencer por medio de la sugestión. Sé con orgullo que muchos intelectos humanos, dotados del más profundo y prudente discernimiento, no pueden menos de sentirse sumamente satisfechos de mis sugestiones. Para estos intelectos, como para el mío, no hay demostración matemática que pueda brindar la más mínima prueba adicional verdadera de la gran verdad que ha anticipado, la verdad de la unidad original como fuente, como principio de los fenómenos universales. Por mi parte no estoy tan seguro de que hablo y veo, no estoy tan seguro de que mi corazón palpita y mi alma vive, de que mañana saldrá el sol - probabilidad que aún se encuentra en el futuro-, no pretendo tener de todo esto la milésima parte de la seguida que me inspira el hecho irremediablemente consumado de que todas las cosas y todos los pensamientos de las cosas, con toda su inefable multiplicidad de relaciones, surgieron al mismo tiempo a la existencia de partir de la unidad primordial e independiente.

...la razón encuentra su camino, si es que lo encuentra, en su búsqueda de la verdad. Gracias a la dificultad, a la peculiaridad que se presenta ahora, salto en seguida al secreto, un secreto que no pude haber alcanzado nunca de no ser por la peculiaridad y por las inferencias que, en su simple carácter de peculiaridad me brinda. El proceso del pensamiento, en este punto, puede ser esbozado a grandes trazos así: Me digo a mí mismo: la unidad, como lo he explicado, es una verdad; lo siento. La difusión es una verdad; lo veo. La irradiación por medio de la cual se reconcilian estas dos verdades es por consiguiente una verdad; lo percibo.
Para concluir esta parte del tema: Estoy plenamente justificado para afirmar que la ley que solíamos llamar de gravedad existe a causa de que la materia ha siso irradiada, en su origen, atómicamente, dentro de una limitada esfera de espacio, a partir de una partícula propiamente dicha, una, individual, incondicionada, independiente y absoluta, por el único proceso capaz de satisfacer, al mismo tiempo, las dos condiciones: la irradiación y la distribución, generalmente uniforme en toda la esfera, es decir, por una fuerza que varía en proporción directa a los cuadrados de la distancias entre los átomos irradiados y el centro particular de irradiación.
Por mi lado no tengo paciencia para fantasías tan tímidas, tan ociosas y tan torpes a un tiempo. Son propias de una absoluta cobardía de pensamiento. Que la naturaleza y el Dios de la naturaleza son tan distintos, es algo acerca de lo cual ningún pensamiento puede dudar. Por la primera entendemos simplemente que las leyes del segundo. Pero con la misma idea de Dios, omnipotente omnisciente, sostenemos también la idea de la infalibilidad de sus leyes. Para él no hay pasado ni futuro, para El todo es ahora...
El cerebro humano tiene una evidente inclinación hacia el infinito y acaricia el fantasma de esa idea. Parece anhelar con apasionado fervor esta imposible concepción con la esperanza de creer intelectualmente en ella una vez concebida. Lo que es general en toda la raza humana no puede ser considerado anormal, justificadamente, por ningún individuo; sin embargo, puede haber una clase de inteligencia superior en la cual la propensión humana aludida adquiera todo el carácter de una monomanía.
Cada uno existe, aparte e independientemente, en el seno de su Dios propio y particular.

¿Pero vamos a detenernos aquí? De ninguna manera. Cabe concebir fácilmente que e la aglomeración y disolución universal puede resultar una serie nueva y quizá totalmente distinta de condiciones, otra creación e irradiación que vuelva sobre sí misma, otra acción y reacción de la Voluntad Divina. Guiando nuestra imaginación por la omnipredominante ley de leyes, la ley de periodicidad, ¿no estamos más que justificados cuando alimentamos la creencia, digamos más bien cuando nos complacemos en la esperanza de que los procesos que nos hemos atrevido a contemplar se renovarán una y otra vez eternamente; que un nuevo universo irrumpe a la existencia y luego se hunde en la nada, a cada latido del Corazón Divino? Pero este corazón divino, ¿qué es? Es nuestro propio corazón. No permitamos que la aparente irreverencia de esta idea aterre nuestra alma y la parte del frío ejercicio de la conciencia, de esa profunda tranquilidad de autoanálisis, la única mediante la cual podemos tener la esperanza de alcanzar la presencia de la más sublime de las verdades y contemplarla cara a cara. Los fenómenos de los cuales dependen en este punto nuestras conclusiones son simples sombras espirituales, pero no por ello menos sustanciales. Caminamos entre los destinos de nuestra existencia mundanal, rodeados por recuerdos oscuros pero siempre presentes de un destino más vasto, muy distante en el tiempo e infinitamente pavoroso. Vivimos una juventud especialmente obsesionada por estos sueños; sin embargo, nunca los confundimos con sueños. Los conocemos como recuerdos. Durante nuestra juventud la distinción es demasiado clara para inducirnos a un error ni un solo instante. Mientras dura esta juventud, la sensación de que existimos es la más natural de todas las sensaciones. Lo entendemos de un modo absoluto. Que hubo un período en el cual no existimos, o que pudo haber sucedido que nunca hubiésemos existido, son consideraciones que durante la juventud hallamos, en verdad, difíciles de entender. ¿Por qué no habíamos de existir? Esta es, hasta llegar a la edad adulta, la pregunta más imposible de responder. La existencia, la existencia propia, la existencia desde todos los tiempos y para toda la eternidad nos parece hasta la edad adulta una condición normal indiscutible; nos lo parece porque lo es. Pero luego viene el período en que una razón convencional y mundana nos despierta de la verdad de nuestro sueño. La duda, la sorpresa, lo incomprensible llegan al mismo tiempo. Dicen: Vives y hubo un tiempo en que no vivías. Has sido creado. Existe una inteligencia más grande que la tuya; y sólo gracias a esa inteligencia vives. Luchamos por comprender estas cosas, y no podemos; no podemos porque estas cosas, por ser falsas, son necesariamente incomprensibles.

No existe ser viviente que en algún punto luminoso de su vida intelectual no se haya sentido perdido entre olas de fútiles esfuerzos por comprender o creer que existe algo más grande que su propia alma. La absoluta imposibilidad de que un alma se sienta inferior a otra; la intensa, la absoluta insatisfacción y rebelión que produce pensarlo; esto, junto con las aspiraciones universales a la perfección, no son sino las luchas espirituales coincidentes con las materiales, por llegar a la unidad original; son, a mi entender por lo menos, una especie de prueba muy superior a lo que el hombre llama demostración, de que ningún alma es inferior a otra, de que cada alma es en parte su propio Dios, su propio Creador; en una palabra, que Dios, el Dios material y espiritual, existe ahora tan sólo en la materia difusa y en el espíritu difuso del universo; y que la reunión de esa materia y ese espíritu difuso no será sino la reconstrucción del Dios puramente Espiritual e Individual.

Hubo una época en la noche de los tiempos en que existía un ser eternamente existente, uno entre el número absolutamente infinito de seres similares que poblaban los dominios absolutamente infinitos del espacio absolutamente infinito. No estaba ni está en manos de ese ser, como no lo está en el tuyo, extender, mediante un aumento real, la alegría de su existencia; pero así como está en tus manos expandir y concentrar tus placeres (siendo siempre igual la suma absoluta de felicidad), así una capacidad similar pertenece y ha pertenecido al Ser Divino, quien pasa su eternidad en una perpetua variación de autoconcentración y casi infinita autodifusión. Lo que llamas universo no es sino su presente existencia expansiva. El siente ahora su vida a través de una infinidad de placeres imperfectos, los placeres parciales, mezclados de dolor, de esas inconcebiblemente numerosas que llamas sus criaturas pero que, en realidad, no son sino infinitas individualizaciones de El mismo. Todas esas criaturas -todas: las que llamas animadas, así como aquellas a las que niegas vida por la sola razón de que no las contemplas en acción-, todas esas criaturas tienen, mayor o menor grado, una capacidad para el placer y para el dolor; pero la suma general de sus sensaciones es precisamente ese total de Felicidad, que pertenece por derecho propio al Ser Divino cuando se concentra en sí mismo. Todas esas criaturas son también inteligencias más o menos conscientes, conscientes primero de su propia identidad; conscientes, en segundo lugar, en débiles e indeterminadas vislumbres, de una identidad con el Ser Divino del cual hablamos, una identidad con Dios. De las dos clases de conciencia, imagina que la primera se debilitará, que la última se fortalecerá durante la larga sucesión de edades que deben transcurrir antes de que esas miradas de inteligencias individuales se fundan, como las brillantes estrellas, en una. Piensa que el sentido de la identidad individual se fusionará gradualmente en la conciencia general, que el hombre, por ejemplo, cesando imperceptiblemente de sentirse hombre, alcanzará al fin esa época majestuosa y triunfante en que reconocerá su existencia como la de Jehová. Entretanto, ten presente que todo es Vida, Vida, Vida dentro de la Vida, la menor dentro de la mayor, y todo dentro del Espíritu Divino.


De: Medellín.com



EL UNIVERSO SEGÚN EDGAR ALLAN POE

    Célebre escritor de historias sobrenaturales, patriarca del género policíaco moderno, y con una vida de fracaso y autodestrucción, existe en Edgar Allan Poe una faceta muy poco divulgada a la que él sin embargo se entregó en cuerpo y alma durante los dos últimos años de su vida, convencido de que su trabajo revolucionaría la ciencia del futuro. Llevado de un anhelo irresistible, escribió un libro donde explicaba el origen del Universo, su naturaleza, su funcionamiento, y su futuro, abarcando desde la física de los astros a la física de los átomos, el tiempo y el espacio, la materia y la energía, y adentrándose hasta la mismísima estructura de Dios, al que consideraba el principio matemático en que se basa el Universo. Aunque su libro fue un completo salto a ciegas, movido sólo por su intuición, sin fundamento científico alguno en que asirse dada la época, y por tanto sembrado de errores, contiene desconcertantes aciertos, los cuales sólo han podido revelarse como tales muchas décadas después, y entre los que destaca el Big Bang como origen del Universo. No pretendo en este artículo equiparar a Poe con Albert Einstein, sino tan solo divulgar esta faceta científica suya tan poco conocida, y que le sitúa en un puesto comparable al que hoy ocupa Julio Verne.

LA TRAYECTORIA DE POE HACIA "EUREKA"

La idea que mayormente se tiene hoy en día de Edgar Allan Poe (1809-1949) no encaja con la del Poe cósmico que protagoniza este artículo. Sin embargo, siempre se sintió atraído por el cosmos. Desde las noches que pasaba contemplando el firmamento con un telescopio, hasta el toque extraterrenal que algunos de sus relatos tienen, esa pasión siempre estuvo presente en él. Aunque los pasajes de su vida más conocidos son todos aquellos que se refieran al alcohol o a trastornos mentales, Poe tuvo también largas temporadas de vida sana y laboriosa, en que además de escribir estudió tratados de Física y Astronomía y se mantuvo al día de los avances científicos. Es previsible, por tanto, que lo que plasmó en su libro "Eureka" fuese la reacción final de años de meditación.

En su época, muchas de las actuales disciplinas científicas ni siquiera existían. La electricidad era un fenómeno de laboratorio, que sólo se usaría en una bombilla treinta años después de su muerte. El planeta Neptuno se descubrió en 1846. Las dimensiones que se le atribuían al cosmos visible eran mucho menores. La Física estaba limitada a la Teoría de Dalton, con unos átomos indivisibles que se creían las partículas más pequeñas de las que se componía la materia. Se desconocían las reacciones nucleares y por tanto el motivo por el cual el Sol y las estrellas emiten luz y calor.
Y en semejante panorama científico, él afirmó nada menos que: "Me propongo hablar del Universo físico, metafísico y matemático; material y espiritual; de su esencia, origen, creación; de su condición presente y de su destino". Una tarea tan colosal como imposible para las facultades humanas, que le llevaría a "quemarse" definitivamente en el intento de abarcar el Universo entero, de ver, analizar, cartografiar su esencia íntima. "No tengo deseos de vivir desde que escribí Eureka. No podría escribir nada más" confesó.
Algunos estudiosos de Poe afirman que su desequilibrio mental se incrementó con la composición de este libro, y que ello puede advertirse, de manera progresiva, según avanza el texto.
Para comprender la importancia que para él tenía descubrir la clave que le revelase los secretos del Universo, hay que tener presente el gran vacío que fue la vida de Poe, una vida de fracasado en un hombre que era un genio.
Huérfano de padre y madre, fue adoptado por un matrimonio sin hijos. Desheredado, se marchó de casa a los 18 años. Sin recursos económicos, se enroló en la Marina. Ingresó en la academia militar de West Point, y fue expulsado por insubordinarse. De temperamento violento y egocéntrico, su gran inteligencia contribuyó a granjearle muchos enemigos entre la gente que trataba. Durante años, tuvo que vivir a expensas de su tía cuyos ingresos eran muy escasos. El idilio que sostuvo con su primera novia se rompió porque los padres de ella interceptaban su correo, haciéndola creer que ya no la amaba, con lo que lograron que se casara con otro. Su trabajo escribiendo artículos, relatos y reseñas para revistas y periódicos jamás le permitió ascender por encima de un nivel económico precario.
El alcohol destrozó su vida, alejó una tras otra a las mujeres con las que tenía posibilidad de una relación sentimental, y le hizo perder oportunidades de prosperar profesionalmente. Cuando se hallaba en buen estado, era capaz de proezas tales como multiplicar por 8 el número de suscriptores de una revista en tan sólo 14 meses, gracias a sus escritos publicados en ella y a su habilidad periodística como director de la misma. Cuando su estado era malo, los fracasos se sucedían (fue despedido de su cargo en la citada revista por no ocuparse de ella y estar embriagado las pocas veces que se le veía en su despacho). También tuvo la oportunidad de recibir un nombramiento oficial bien remunerado y de poseer su propia revista con la financiación de importantes inversores, pero lo perdió todo porque cuando iba a ser recibido por el presidente de los Estados Unidos, estaba borracho, insistía en llevar su capa puesta del revés, y vociferaba a los transeúntes por la calle.
La única mujer que llegó a ser su esposa, contrajo la tuberculosis y murió tras una larga agonía. A todo ello hay que añadirle la consecuente idea del suicidio, con al menos un intento conocido.

EL RETO FINAL DE EDGAR ALLAN POE
A los treinta y ocho años de edad, Poe había llegado a una situación límite. Estaba solo en el mundo, desaparecida su esposa en cuyo amor se había refugiado enfermizamente. Su economía era patética. Se hallaba rodeado de enemigos. Este era el Poe crepuscular reflejado en las historias más sórdidas que de él se cuentan. Un Poe consumido física y mentalmente por el alcohol, las drogas y el fracaso, que propició todo tipo de leyendas terribles como por ejemplo la de que recorría bares donde le servían en un vaso los restos de las copas dejadas por los clientes a cambio de que explicase una historia de terror para entretener a la concurrencia. Acabado, hundido, desesperado, experimentó un shock creativo que le llevó a quemar toda su creatividad, como una estrella en fase de supernova, en la composición de su obra maldita por excelencia, "Eureka". Después de una vida dedicada a las letras, Poe se sumergió de lleno en la Física. Embriagado por lo que creía iba a ser no sólo su obra cumbre, sino la piedra angular de la ciencia futura, plasmó sus ideas con febril actividad durante el invierno de 1847.

El impulso que le llevó a escribirla tiene el carácter de "Revelación". Es decir que la idea de escribir el libro le "iluminó" súbitamente, y se entregó a ello con un ímpetu casi místico, creyendo de verdad que estaba haciendo una de las más importantes aportaciones a la ciencia y que sería recordado por la historia debido a esto más que por su faceta de escritor.

La pretensión de Poe abarcaba mucho más allá de lo que cualquier mente del siglo XIX pudiera entender: el origen, estructura, y destino del Universo, nada menos; más allá de las perspectivas de la ciencia de su época, así como del vocabulario disponible. Y más allá de las posibilidades del científico mejor
formado del momento. Simplemente, los conceptos que él manejaba no eran asimilables por la mentalidad de entonces. Sus abstracciones lógico-matemáticas le llevaban a difuminarse en la Inmensidad.

Como tantos otros poseedores de "La Verdad Absoluta", Poe no se percataba del mundo exterior. Sumido en su espejismo sideral, creía haber encontrado la llave del cosmos y abierto la puerta al Todo Universal.

Es imposible comprender la mayor parte de las ideas que vertió en "Eureka". Son complejidades tan abstractas, que muestran que sus procesos mentales funcionaban en otras coordenadas, y que lo que producían estaba peligrosamente cerca de la línea que separa la Genialidad de la Demencia.

Y como tal fue tratada su obra. "Eureka" se publicó sólo en una edición de 500 ejemplares, en Marzo de 1848, a pesar de que Poe propuso una tirada inicial de 50.000 ya que según anunció a su editor en la primera entrevista, eldescubrimiento de la ley de gravedad de Newton era una insignificancia comparado con los descubrimientos que él exponía en su libro. Con la seguridad propia de los dementes, Poe aseveró a su editor que ningún acontecimiento científico de la historia mundial se acercaba en importancia a las consecuencias que tendría su obra, y que haría bien en dejar todas sus demás publicaciones y concentrarse en ésta porque sería el negocio de su vida, ya que el libro revolucionaría el conocimiento humano.

"Eureka" no levantó el menor interés, ni de público ni de crítica, a pesar de las conferencias que pronunció Poe para promocionar el libro. Los pocos críticos que se ocuparon de él, lo tacharon de patraña. Poe, indignado por las críticas, escribía cartas furiosas a los periódicos que sólo le hacían aparecer como un loco megalómano, al declararse superior a insignes personalidades científicas. Todos los enemigos que se había creado, aprovechaban ahora para hacer leña del árbol caído. Poe, desesperado, recitaba largos pasajes de su libro en bares y lugares públicos, ante una concurrencia poco apropiada que le tomaba por loco.

La Física no experimentó ningún salto con "Eureka". Poe no ocupó un lugar igual o superior al que ocuparía Albert Einstein. Sus "descubrimientos" sobre el Universo no revolucionaron la civilización humana. Y a los 40 años de edad, se perdió definitivamente en su ensoñación cósmica. Su estado precario de salud, una ingestión masiva de alcohol en contra de su voluntad y una severa paliza administrada por unos delincuentes, pusieron punto final a su vida.

Y a continuación, los largos años de silencio editorial, hasta que sus trabajos
volvieron a ser reeditados confiriendole la fama mundial. De ellos, "Eureka", se convirtió en una obra maldita, al no ser ni literatura ni ciencia.

ASOMBROSOS ACIERTOS CIENTÍFICOS
Evidentemente, el valor científico de "Eureka" es nulo. Sin embargo, bien entrado el siglo XX, los estudiosos de Poe han asistido asombrados a la confirmación científica de algunas de las conjeturas del escritor. Sin fundamento científico alguno en que basarse en tan lejana época, Poe había imaginado conceptos de la Física que resultarían ser ciertos. Su prodigiosa imaginación le sitúa como una especie de Julio Verne, pero anterior, y abarcando un terreno mucho más ambicioso. En efecto, al igual que Verne, Poe se equivocó en bastantes cosas pero acertó en algunas muy difíciles de prever. Verificar sus aciertos sólo ha sido posible con el desarrollo científico en la era espacial.

El Big Bang como origen del Universo es el concepto en el que Poe más insiste a lo largo de su libro, y de hecho es el hilo conductor de todas las demás ideas que expone. Sorprendente pensamiento para un hombre de 1847. La primera teoría científica que presentaba un modelo del Universo en expansión apareció 70 años más tarde, en 1917. Y no fue hasta 1965, con la detección de una radiación de fondo generalizada en todas las direcciones del espacio, que valió el Premio Nobel a sus descubridores, cuando la ciencia reconoció que el Universo se formó a partir de la explosión de un superátomo primigenio donde estaba concentrada4 toda la masa y la energía hoy existentes. Tuvieron que pasar 118 años, y la tecnología evolucionar hasta las gigantescas antenas parabólicas de los radiotelescopios, para que la idea básica que Poe presentaba en su libro dejase de ser una patraña.

Otros de sus aciertos fueron:

-Que muchos de los cuerpos catalogados como nebulosas de nuestra galaxia por
los astrónomos de entonces, no eran tal cosa sino otras galaxias situadas fuera
de ella.

-Relacionar Tiempo y Espacio en un único concepto, algo que solamente Einstein en el siglo XX lograría imponer.

-Reconocer la gravedad como una fuerza capaz de propiciar el colapso de gigantescas cantidades de masa hacia un centro común, y describir la existencia de los agujeros negros y su acción absorbiendo a otros astros.

-Aseverar que la estructura de la materia se basa en fuerzas de atracción y repulsión, algo sin sentido hasta que se supo que los átomos no son indivisibles, como sí se creía entonces, y que la naturaleza y el funcionamiento interno del átomo se debe a las cargas positivas y negativas de las partículas que los forman, la llave de la física subatómica.

Entre los conceptos, sin sentido en la época, expuestos por Poe, también hay algunos que hoy en día, aún no estando verificados, coinciden con teorías científicas. Las predicciones de Edgar Allan Poe respecto al futuro del Universo prevén una disminución progresiva de la velocidad de escape de las galaxias, frenadas por la gravedad, hasta que la expansión cese y se inicie el proceso inverso, con un paulatino colapso de los astros. Estas predicciones concuerdan con las de un sector científico actual, pero Poe iba más lejos. El afirmó que el proceso final del colapso será una superpartícula, la "Unidad", y que una vez constituida se producirá otro nuevo Big Bang, y habrá otro universo, quizá con propiedades diferentes al actual, que volverá a colapsarse en la Unidad, y a estallar, cíclicamente, como los latidos de un corazón; sugestiva teoría la del universo cíclico, que también coincide con teorías actuales. Y para terminar su libro, Poe analiza a Dios, identifica su cuerpo con el Universo, y define su psique como la suma de las psiques de todos los seres vivos del Universo, desde los más elementales a los más complejos.

Un siglo y medio después de su muerte, Edgar Allan Poe ha cosechado un éxito póstumo con su obra maldita. "Eureka" jamás tendrá valor dentro de la Física,pero sí en cambio dentro de la Psicología, revalorizando las posibilidades intuitivas de la Mente Humana.


(Por: Jorge Munnshe)

Aparecido en el boletín informativo Noticias de la Ciencia y la Tecnología

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19 de enero - Estados Unidos










“¿Qué soy? Un hombre civilizado que no ha dejado de ser, en la médula un Indígena del Perú; indígena, no indio...”- José María Arguedas



18 de enero de 1911 - Perú
Docente, antropólogo,  etnólogo, periodista, escritor.

El joven que subió al cielo


Había una vez un matrimonio que tenía un solo hijo. El hombre sembró la más hermosa papa en una tierra que estaba lejos de la casa que habitaban. En esas tierras la papa crecía lozana. Sólo él poseía esa excelsa clase de semilla. Empero, todas las noches, los ladrones arrancaban las matas de este sembrado, y robaban los hermosos frutos. Entonces el padre y la madre llamaron a su joven hijo, y le dijeron:
-No es posible que teniendo un hijo joven y fuerte como tú, los ladrones se lleven todas nuestras papas. Anda a vigilar nuestro campo. Duerme junto a la chácara y ataja a los ladrones.

El joven marchó a cuidar el sembrado.

Y pasaron tres noches. La primera, el joven la pasó despierto, mirando las papas, sin dormir. Sólo al rayar la aurora le venció el sueño, y se quedó dormido. Fue en ese instante en que los ladrones entraron a la chácara, y escarbaron las papas. En vista de su fracaso, el mozo tuvo que ir a la casa de sus padres a contarles lo sucedido. Al oír el relato sus padres le contestaron:

-Por esta vez te perdonamos. Vuelve y vigila mejor.

Regresó el joven. Estuvo vigilando el sembrado con los ojos bien abiertos. Y justo, a la medianoche, pestañeó un instante. En ese instante los ladrones ingresaron al campo. Despertó el mozo y vigiló hasta la mañana. No vio ningún ladrón. Pero al amanecer tuvo que ir a la casa de sus padres a darles cuenta del nuevo robo. Y les dijo:

-A pesar de que estuve vigilante toda la noche, los ladrones me burlaron tan sólo en el instante en que a la medianoche cerré los ojos.

Al oír este relato los padres le contestaron:

-¡Ajá! ¿Quién ha de creer que robaron cuando tú estabas mirando? Habrás ido a buscar mujeres, te habrás ido a divertir.

Diciendo esto lo apalearon y le insultaron largo rato. Así, muy aporreado, al día siguiente, lo enviaron nuevamente a la chacra.

-Ahora comprenderás cómo queremos que vigiles -le dijeron.

El joven volvió a la tarea. Desde el instante en que llegó a la orilla del sembrado estuvo mirando el campo, inmóvil y atento. Esa noche la luna era brillante. Hasta la alborada estuvo contemplando los contornos del papal; así, mientras veía, le temblaron los ojos, y se adormiló unos instantes. En esa ráfaga de sueño que tuvo, mientras pestañeaba el mozo, una multitud de hermosísimas jóvenes, princesas y niñas blancas poblaron el sembrado. Sus rostros eran como flores, sus cabelleras brillaban como el oro; eran mujeres vestidas de plata. Todas juntas, muy de prisa, se dedicaron a escarbar las papas. Tomando la apariencia de princesas eran estrellas, que bajaron del altísimo cielo.

El joven despertó entonces, y al contemplar la chácara exclamó:

-¡Oh! ¿De qué manera podría yo apoderarme de tan bellísimas niñas? ¿Y, cómo es posible que siendo tan hermosas y radiantes puedan dedicarse a tan bajo menester?

Pero, mientras esto decía, su corazón casi estallaba de amor. Y pensó para sí.

-¿No podría, por ventura, reservar para mí siquiera una parejita de esas beldades?

Y saltó a todo vuelo sobre las hermosas ladronas. Sólo en el último instante, y a duras penas, pudo apresar a una de ellas. Las demás se elevaron al cielo, como luces que se mueren.

Y a la estrella que pudo apresar le dijo, enojado:

-¿Con que erais vosotras las que robabais los sembrados de mi padre? -Diciéndole esto la llevó a la choza. Y no le dijo más acerca del robo. Pero luego agregó:

-¡Quédate conmigo; serás mi esposa!

La joven no aceptó. Estaba llena de temor y rogó al muchacho:

-¡Suéltame, suéltame! ¡Ten piedad! Mira que mis hermanos le avisarán a mis padres. Yo te devolveré todas las papas que te hemos robado. No me obligues a vivir en la tierra.

El mozo no dio oídos a los ruegos de la hermosa niña. La retuvo en sus manos. Pero decidió no volver a la casa de sus padres. Se quedó con la estrella en la choza que había junto al sembrado.

Entre tanto, los padres pensaban: “Le habrán vuelto a robar las papas a ese inútil; no pueden haber otros motivos para que no se presente aquí.”

Y como tardaba, la madre decidió llevarle comida al campo, y averiguar de él. Desde la choza, el muchacho y la niña atisbaban el camino. En cuanto vieron a la madre, la joven dijo al mozo:

-De ninguna manera puedes mostrarme, ni a tu padre ni a tu madre.

Entonces el joven corrió a dar alcance a su madre, y le gritó desde lejos:

-¡No, mamá; no te acerques más! ¡Espérame atrás, atrás!

Y recibiendo la comida en aquel lugar, tras la choza, llevó los alimentos a la princesa. La madre se volvió apenas hubo entregado el fiambre. Cuando llegó a su casa, contó a su esposo:

-Así es como nuestro hijo ha aprisionado a una ladrona de papas que bajó de los cielos. Es así como la cuida en la choza. Y con ella dice que se casará. No permite que nadie se aproxime a su choza.

Entre tanto el joven pretendía engañar a la doncella. Y le decía:

-Ahora que es de noche, vamos a mi casa.

Pero la princesa insistía:

-De ninguna manera deben verme tus padres, ni puedo encontrarme con ellos.

Sin embargo el mozo la engañó, diciéndole:

-Otra es mi casa.

Y durante la noche la llevó por el camino.

De este modo, y sin que ella quisiera, la hizo entrar al hogar de sus mayores y la mostró a sus padres. Los padres recibieron asombrados a esa criatura, de tal manera luminosa y bella que la palabra no es capaz de describirla. La cuidaron y criaron, teniéndola muy bien amada. Sin embargo, no la dejaban salir. Y nadie la conoció ni vio.

Y ya hacía mucho tiempo que la princesa vivía con los padres del joven. Llegó a estar encinta y dio a luz. Mas la criatura murió, sin saberse por qué, misteriosamente.

La ropa luminosa de la joven la guardaban encerrada. A ella la vestían de ropas comunes; y así la criaban.

Cierto día, el joven fue a trabajar lejos de la casa; y mientras estaba fuera, la niña pudo salir, haciendo como que sólo iba por ahí cerca. Y se volvió a los cielos.

El mozo llega a su casa. Pregunta por su mujer. No la encuentra. Y como ve que ella ha desaparecido, suelta el llanto.

Cuentan que vagó por los montes, llorando con locura, sonámbulo, enajenado, caminando por todas partes. Y en una de las cimas solitarias a donde llegó se encontró con un cóndor divino. Entonces el cóndor le dijo:

-Joven, ¿por qué causa lloras de esta suerte?

Y el mozo le contó su vida.

-He aquí, señor, que era mía la mujer más hermosa. Ahora no sé por qué caminos ha partido. Estoy extraviado. Temo que haya huido a los cielos de donde vino.

Y cuando dijo esto, el cóndor le respondió:

-No llores, joven. Es cierto; ella ha vuelto al alto cielo. Pero, si quisieras y es tanta tu desventura, yo te cargaré hasta ese mundo. Sólo te pido que me traigas dos llamas. Una para devorarla aquí, la otra para el camino.

-Muy bien, señor –contestó el mozo-. Yo te traeré las dos llamas que me pides. Te ruego esperarme en este mismo sitio.

E inmediatamente se dirigió a su casa en busca de las llamas. Luego que llegó, dijo a sus padres:

-Padre mío, madre mía: voy en busca de mi esposa. He encontrado a quien puede llevarme hasta el lugar donde ella se encuentra. Sólo pide dos llamas en pago de tan gran favor; y voy a llevárselas ahora mismo.

Y cargó las dos llamas para el cóndor. El cóndor devoró inmediatamente una, hasta el hueso de los huesos, arrancando las carnes con su propio pico. A la otra la hizo degollar con el joven, para comerla en el camino. E hizo que el mozo se echara la res degollada en las espaldas; luego le ordenó que subiera sobre una roca; cargó al joven, y le hizo esta advertencia:

-Has de cerrar y apretar los párpados; por ninguna causa abrirás los ojos. Y cada vez que yo te diga: “¡Carne!”, me pondrás en el pico un trozo de la llama.

Luego el cóndor levantó el vuelo.

El hombre obedeció y no abrió los ojos en ningún instante; tenía los párpados cerrados y duros. “¡Carne!”, pedía el Mallku, y luego el mozo cortaba grandes trozos de llama y le metía en el pico. Pero en lo más raudo del viaje, se acabó el fiambre. Antes de alzar vuelo, el cóndor le había advertido al joven: “Si cuando diga ¡Carne! no me pones carne en el pico, donde quiera que estemos, te soltaré”. Ante ese temor, el joven empezó a cortarse trozos de su pantorrilla. Cada vez que el cóndor le pedía carne, le servía las raciones de su propia carne. Así, a costa de su sangre, consiguió que el cóndor le hiciera llegar hasta el cielo. Y se cuenta que tardaron tres años en elevarse a tan gran altura.

Cuando llegaron, el cóndor descansó un rato; luego volvió a cargar al joven y voló hasta la orilla de un mar lejano. Allí le dijo al mozo:

-Ahora, mi querido, báñate en este mar.

El joven se bañó en seguida. Y también el cóndor se bañó.

Ambos habían llegado al cielo, sucios negros de barba; viejos. Pero cuando salieron del baño estaban hermosamente rejuvenecidos. Entonces le dijo el cóndor:

-En la otra orilla de este lago, frente a nosotros, hay un gran santuario. Allí se ha de celebrar una ceremonia. Anda, y espera en la puerta de ese hermoso templo. A la ceremonia han de asistir las jóvenes del cielo; son una multitud, y todas tienen el mismo rostro que tu esposa. Cuando ellas estén desfilando junto a ti, no has de dirigirle la palabra a ninguna, porque la que es tuya vendrá la última, y te dará un empujón. Entonces la asirás y por ningún motivo la soltarás.

El joven obedeció al cóndor. Llegó a la puerta del gran recinto, y esperó de pie. Y llegaron una infinidad de jóvenes de idéntico rostro. Entraban, entraban; una tras de otra. Todas miraban impasibles al hombre. Él no podía reconocer entre tantas a la que era su mujer. Y cuando estaban ingresando las últimas, de pronto, una de ellas le dio un empujón con el brazo; y también entró al gran templo.

Era el resplandeciente templo del Sol y de la Luna, padre y madre de todas las estrellas y de todos los luceros. Allí, en ese templo, se reunían los seres celestiales; allí venían los luceros para adorar el Sol, día a día. Cantaban melodiosamente para el Sol; cual jóvenes blancas, las estrellas; como innumerables princesas, los luceros.

Cuando terminó la ceremonia, las jóvenes empezaron a salir. El mozo seguía esperando en la puerta. Ellas volvieron a mirarle con igual indiferencia que antes. Y nuevamente le era imposible distinguir entre todas a la que era su esposa. Y como en la primera vez, de pronto, una de las princesas le dio un empujón con el brazo, y luego pretendió huir; pero él entonces la pudo aprisionar. Y no la soltó.

Ella lo guío a su casa diciéndole:

-¿A qué has venido hasta aquí? Yo iba a volver donde ti, de todos modos.

Cuando llegaron a la casa, el mozo tenía el cuerpo frío a causa del hambre. Viéndolo así, ella le dijo:

-Toma este poco de quinua y cocínalo.

Le dio una cuchara escasa de quinua. Entre tanto el joven lo observaba todo, y vio de qué lugar ella sacaba la quinua. Y cuando vio los pocos granos de quinua que tenía en las manos, dijo para sí: “¡La miseria que me ha dado! ¿Cómo es posible que esto aplaque mi hambre de todo un año?” Y la joven le dijo:

-Es necesario que vaya un instante donde mis padres. No debes mostrarte ante ellos. Mientras vuelvo, haz una sopa con la quinua que te he dado.

Apenas salió ella, el joven se puso de pie, se dirigió al depósito y trajo una buena porción de quinua y la echó a la olla. De pronto, la sopa rebosó, hirviente, y se desbordó a chorros. Él comió todo lo que pudo, se hartó hasta donde ya no era posible más, y enterró el resto. Pero aún de debajo de la tierra la quinua empezó a brotar. Y cuando estaba en ese trance, volvió la princesa, y le dijo:

-¡No es de esta manera como se debe comer nuestra quinua! ¿Por qué aumentaste la ración que te dejé?

Y se dedicó a ayudar al mozo a esconder la quinua rebosada para que los padres de ella no lo descubrieran. Entre tanto le advirtió:

-No deben verte mis padres. Sólo puedo tenerte escondido.

Y así fue. Él vivía escondido; y la hermosa estrella le llevaba alimentos a su refugio.

Durante un año vivió de esta suerte el mozo con su esposa. Y apenas cumplido el año, ella se olvidó de llevarle alimentos. Un día salió, diciéndole: “Ha llegado la hora en que debes irte”; y no volvió a aparecer más en la casa. Lo abandonó.

Entonces, con el rostro lleno de lágrimas, el joven se dirigió nuevamente a la orilla del mar del cielo. Cuando llegó allí, vio que desde la lejanía surgía el cóndor. El joven corrió para darle alcance. El cóndor voló hasta posarse junto a él; y así observó que el Mallku Divino había envejecido. El cóndor a su vez vio que el mozo estaba avejentado y marchito. Cuando se encontraron, ambos gritaron al mismo tiempo:

-¿Qué ha sido de ti?

El joven volvió a contarle su vida, y se quejó:

-Así, Señor, de este modo triste, mi mujer me ha abandonado. Se ha ido para siempre.

El cóndor lamentó la suerte del mozo.

-¿Cómo es posible que haya procedido de este modo? ¡Pobre amigo! -le dijo. Y acercándose más, le acarició con sus alas, dulcemente.

Como en el primer encuentro, le rogó el joven:

-Señor, préstame tus alas. Vuélveme a tierra a casa de mis padres.

Y el cóndor le respondió:

-Bien. Te llevaré. Pero antes nos bañaremos en este mar.

Y ambos se bañaron; y rejuvenecieron. Y saliendo del agua, el cóndor le dijo:

-Tendrás que volverme a dar dos llamas por mi trabajo de cargarte nuevamente.

-Señor, cuando esté en mi casa te entregaré las dos llamas.

El Cóndor aceptó; se echó al joven sobre sus alas y emprendió el vuelo. Durante tres años estuvieron volando hacia la tierra. Y cuando llegaron, el mozo cumplió y entregó al cóndor dos llamas.

El mozo entró a su casa y encontró a sus padres muy viejos, muy viejos, cubiertos de lágrimas y de pena. El cóndor dijo a los ancianos:

-He aquí que les devuelvo a vuestro hijo, sano y salvo. Ahora debéis criarlo cariñosamente.

El joven dijo a sus padres:

-Padre mío, madre mía: ahora ya no es posible que pueda amar a ninguna otra mujer. Ya no es posible encontrar una mujer como la que fue mía. Así, solo, viviré, hasta que venga la muerte.

Y los ancianos le contestaron:

-Está bien. Como tú quiera, hijo mío, solo te criaremos, si no es tu voluntad tomar otra esposa.

Y de este modo vivió, con una gran agonía en el corazón.

-He aquí este corazón que amó tanto a una mujer. He vagado sufriendo todos los dolores. Y he de entregarme ahora al llanto.

 De: CiudadSeVa.com